martes, 17 de agosto de 2010


Descifro tus dudas y palabras sensatas e insensatas a ratos.

Leo entre líneas el lenguaje de tus ojos...de tu cuerpo, esos pliegues en tus mejillas cuando sonríes, cada comisura de tu cuerpo que va llenando aquellos espacios hipóxicos que hay dentro de mí.


Cada célula de mi cuerpo se separa…

comienzan a entrar en un estado de apoptosis en donde la lisis es casi inevitable, en donde perezco en un mar de sensaciones encontradas y me hundo entre el sonido del oleaje y el aroma de la sal en un frío día de invierno en la isla de Calbuco y me convierto en esa sirena salvaje incapaz de encontrar el rumbo al castillo secreto que se esconde bajo la niebla del mar.

Enredo mi cabellera entre tus dedos fantasmales, te miro microscópicamente para retener tu rostro en mi subconsciente y cerrar los ojos una y otra vez imaginando que un día de estos me rescates de ese lugar oscuro que se esconde tras todos los cerrojos que me he auto impuesto, tras esas 7 llaves que conducen a lo más recóndito, único y hermoso de mi alma.


Me desarmas...todo lo conocido se transforma en extraño e intento escapar a ratos para no devorarte en mis pensamientos a veces un tanto absurdos e irreales como si estuviera cegada de la realidad y sumida en sueños de rosas y algodón que perfuman mis lunas pasajeras sin saber si podrías existir.

Si…tú, mitológico ser perteneciente a mi mente y mis sueños, idealizado por mi burda soledad, intentas agrietar mi pesada armadura de metal para descubrir lo que hay en su interior y beber del dulce y cálido elixir que inunda cada centímetro de mi frágil cuerpo… más haz de temerme y he de temerte en esta fría y profunda noche dentro de mi fortaleza de cristal.